viernes, 9 de julio de 2021

Colera: tierra, mar y paz

Eran las nueve de la mañana y el pueblo estaba muerto. El Instituto de Estadística de Cataluña dice que viven 448 habitantes pero aquella mañana de otoño sólo yo caminaba por sus calles. Solamente había abiertas un par de tiendas desiertas de gente y todos los bares estaban cerrados. Continué por la calle del Mar hasta la playa donde tampoco se veía ni una triste alma paseando. Finalmente sentí temblar el remolque de una furgoneta que entraba en el puerto. Bienvenidos a Colera cuyo eslogan turístico es "Tierra, mar y paz", sobre todo mucha paz.

Puerto y playas de Colera

Pocos minutos más tarde empecé a subir la montaña de los Cañones. A media altura contemplé el pequeño puerto, la playa de las Barcas y la playa de los Muertos, el arrabal marítimo y el viaducto ferroviario que hace de frontera con el pueblo viejo. El tiempo era desapacible con un ligero levante que rizaba el mar y las manchas irregulares de nubes tamizaban la luz del día. En estos cerros la vegetación está ganando presencia con nuevos pinos y encinas un poco por todas partes pero sobre todo proliferan plantas mediterráneas como el romero y la lavanda y de foráneas como el bálsamo o las chumberas. Ya en la cima vi un par de cañones antiguos que dan nombre a la montaña y, bien alineadas, una hilera de olivos cargadas de frutos. Desde aquí se disfruta de una soberbia vista de todo el mar de Arriba con el cabo de Creus al fondo. Seguí el camino de ronda que lleva a la playa de En Carbassó, de difícil acceso, y a la Isla Grande. Los acantilados eran de piedra negra con algunas vetas rojizas y entre la playa y la isla hervía el agua en un mar de piedras.

Montaña de los Cañones

En todo el camino tampoco me crucé con nadie. La paz en Colera era absoluta y el estado de relajación mental era total. Seguí un cómodo camino por encima de la línea de costa hasta el puerto de Juan en un paisaje de antiguas terrazas sobre las que han plantado pinos. El minúsculo puerto es una infraestructura decayente y medio en ruinas pero justamente por eso está mucho más integrada en el entorno que si fuera nueva y útil. La pequeña cala está dominada por una hermosa y antigua casa de playa con almacén para la barca, barbacoa y cocina al aire libre y una gran pérgola con techo de brezo pero una piscina sobre la arena me azotó la vista. ¿A quién se le ocurrió la idea de construir una piscina al lado del mar? Peor aún, ¿quién dio un permiso tan manifiestamente abusivo?

Puerto de Juan

Como no estaba dispuesto estropear la bucólica jornada, me preparé para continuar la ruta. Al final de la playa observé un indicador que decía "Camino de ronda" acompañado de una flecha que señalaba al mar. Lo volví a mirar, a veces hay graciosos que se divierten cambiando la dirección de las señales. Pero no, a pesar de que hay un buen camino, privado, que recorre la costa, el indicador invita a saltar por las rocas y mojarse los pies en el agua. Aprovechando que la vida en Colera volvía a manifestarse en forma de trabajador, lo interrogué. El cartel no se equivocaba: si no quería retroceder debería hacer un camino de ronda literalmente marítimo. El amable obrero también me informó que para hacer este tramo la gente viene equipada para mojarse las piernas y me aconsejó que con aquella mar picada no era el mejor día para intentarlo. Estos sabios consejos, como era de prever, me animaron a hacer todo lo contrario así que me colgué los zapatos en el cuello, me arremangué los pantalones y empecé a pisar las afiladas rocas y a hundirme dentro del mar. El agua me llegaba a media pierna y las pequeñas olas me mojaron ligeramente la ropa pero afortunadamente no tuve que lamentar ningún incidente.

Playa de Garbet

Reconstituido por el baño, descansé en la playa de Garbet. Entre bocado de bocadillo y bocanada de agua me vino a la memoria el reciente debate en un grupo de Facebook especializado en la Costa Brava sobre cuál era el mejor tramo del camino de ronda de la Costa Brava siendo la opinión mayoritaria que lo eran todos. Juicio popular pero no unánime porque alguien precisó que el camino de Portbou a Llançà era "muy normalito". Este era el verdadero motivo por el que estaba allí, para confirmar que no me había equivocado con mi respuesta diciendo que la playa de Garbet, el cabo Ras o la cala Bramant no eran paisajes nada "normalitos" sino más bien extraordinarios.

Puerto de Sant Antoni

Reiniciada la caminata, atravesé el túnel de la gigantesca plataforma ferroviaria que separa la playa de Garbet de su hinterland, aislamiento que lo ha salvado de la urbanización, e inicié la subida al puerto de Sant Antoni desde donde volví a divisar Colera. Cuando llegué era casi mediodía y el pueblo había conseguido despertarse. La gente me saludaba o me volvía el saludo cordialmente aunque era un forastero con la boca y la nariz tapada como un bandolero pero Colera debe de ser un pueblo de bandidos porque todo el mundo iba con la cara tan oculta como yo. Paseé por las estrechas calles planificadas y construidas en el siglo XVIII visitando la blanca y sencilla iglesia de San Miguel y la plaza dedicada al republicano y federalista Pi y Margall donde admiré de nuevo el más que centenario plátano que simboliza la Libertad.

Colera desde el puerto de Sant Antoni

Cuando por fin llegué al coche confirmé, satisfecho, todos mis antiguos recuerdos de Colera, probablemente el menos masificado de todos los pueblos de la Costa Brava, con una población afable, con predominio absoluto del negro de los acantilados y de las playas, con un paisaje montañoso y marítimo abrupto a ratos, amable en otros pero siempre maravilloso. Un entorno donde se hace más evidente que en ninguna parte la mezcla de una tierra poderosa y una mar brava. Y siempre con paz, mucha paz.

Viaducto ferroviario de Colera

miércoles, 9 de octubre de 2019

Impresiones de Vietnam y Camboya

...y finalmente Estados Unidos ha ganado la guerra

Cuarenta y tres años después de acabada la guerra de Vietnam, Estados Unidos ha ganado. Es una victoria sin paliativos, como la que ganaron los vietnamitas a los franceses en Dien Bien Phu. En esta ocasión a los vietnamitas sólo les queda levantar los brazos y rendirse. O, mejor aun, ya lo han hecho: el capitalismo reina, las clases sociales aceleran sus diferencias entre una burguesía que enseña su properidad sin pudor -incluso a través de las televisiones públicas-, una clase media urbana y occidentalizada y un campesinado a quien poco le ha cambiado la situación y que su única esperanza es abrise al turismo allá donde llegue o emigrar a las ciudades vietnamitas o chinas.

Más allá de Estados Unidos como modelo, es todo Occidente el triumfador, es el hombre y sobre todo la mujer occidental el prototipo de belleza de los anuncios, también en el interior de Vietnam. Claro que lo que finalmente se produce es una mezcla de lo nuevo y de lo viejo, de lo oriental y lo occidental con todas sus contradicciones: ver jóvenes con una gorra norteamericana, impacta. Seguramente a ellos, los jóvenes, la que conocemos como la guerra de Vietnam les debe sonar como a mi a su edad la Guerra Civil: cosa de abuelos, antigua, desfasada a pesar de la proximidad cronológica.

Vietnam prospera y mucho. Las bicicletas en Hanoi ya son sólo para hacer ejercicio. Los vietnamitas prefieren las motos, que ocupan todos los espacios posibles, y los coches, claro que sólo los que se lo pueden permitir. Las normas de circulación, las de uso práctico me refiero, son bastante claras: la prioridad la tienen los camiones y los autobuses que para eso son los más grandes. Después van las camionetas, los cuatro por cuatro y así va bajando hasta que se llega al peatón que se ha de adaptar a los otros aunque atravieses, ingenuamente, por un paso cebra.

En muchos aspectos Vietnam me recuerda los años 60 y 70 españoles: un gran y caótico crecimiento que cambia rápidamente el país pero mucho más lentamente a los paisanos. La limpieza, por ejemplo. Las calles de Hanoi son muy sucias y no por falta de limpieza municipal sinó porque los hanoienses ensucian mucho. Que las aceras del centro de la ciudad sea un mercado tampoco ayuda mucho. Las aceras no son para caminar, son para aparcar las motos y para vender. En cuanto el comercio de Hanoi y de otras ciudades, se produce un triple nivel de comercio pero todo mezclado. Las tiendas más elegantes son para los turistas y para la creciente burguesía autóctona. Después están las tiendas populares, donde hacen sus compras los vietnamitas. Finalmente está el comercio de las aceras donde en el suelo, sobre un simple plástico, se muestran todo tipo de mercancias como frutas y verduras, carne, pescado y todo tipo de comidas elaboradas estrañamente muy blancas o muy negras o muy verdes y que la gente del país -he visto poquísimos turistas haciéndolo- comen con fruición.

Entonces, ¿si las aceras son para aparcar los vehículos y para comerciar, por donde pasan los peatones? Pues por la calzada, claro, compartiendo espacio con camiones, autobuses, coches y motos en una algarabía de cláxones y griterío.



sábado, 14 de octubre de 2017

Camino de ronda de Tossa de Mar a Sant Feliu de Guíxols

El camino de ronda de Tossa de Mar a Sant Feliu de Guíxols no existe en un sentido estricto: no está señalizado, no hay referencias excursionistas escritas de él y lo más parecido es la GR 92 que opta por enviar al senderista por la montaña, paralelamente a la costa, alejándolo muchos kilómetros del mar.
Foto: Tossa de Mar

Y sin embargo hay playas y hay caminos...

Foto: acantilados del puig d'en Pela

Durante unos cuantos años me he dedicado a conocer a fondo todo este maravilloso tramo de costa entre Tossa de Mar y Sant Feliu de Guíxols, milagrosamente bien conservado.


Foto: es Palomar

Entendámonos, no quiero decir que sea una costa virgen puesto que hay urbanizaciones, carreteras, playas naturales con restos de envases de plástico, puntos con escombros, etc. pero el conjunto sigue siendo, en mi opinión, lo mejor de la Costa Brava y eso es poner el listón muy pero que muy alto.

Foto: cueva de Sa Gatera

Ya antes de este verano había completado todos los tramos enlazándoslos unos con otros por lo que virtualmente ya había hecho el camino de ronda inédito (perdonen mi atrevimiento por lo de inédito: quedo a la espera que alguien me baje del pedestal).

 Foto: cala Pola

Quedaba, quizás, lo más importante que es hacerlo seguido cosa que he completado en un agradable puente de la Hispanidad, con una temperatura ideal para caminar e incluso para darme un buen chapuzón en la playa de Vallpresona.

Foto: cala Giverola

En resumen, han sido 21 km casi exactos, 1189 m. de desnivel positivo y casi 7 horas de caminar efectivo a los que habría que añadir los descansos.

Foto: paisaje desde el mirador de cala sa Futadera


Foto: cala Salionç


Foto: playa de Vallpresona

Foto: punta de Concagats


Foto: cala del Senyor Ramon


Foto: punta y arrecife del Canyet


Foto: cala dels Canyerets


Foto: punta del Romaguer


Foto: cala Joana


Foto: cantos rodados de la cala d'Urgell


Foto: cala d'Urgell


Foto: punta d'en Bosc


Foto: cala dels Músics


Foto: punta de ses Mongetes


Foto: les Penyes desde la playa del Candell


Foto: es Corb Marí


Foto: sa Crestera, les Penyes y cala del Vigatà, desde la playa del Candell


Foto: el Monasterio de Sant Feliu de Guíxols

martes, 16 de febrero de 2016

Murallas de Girona

Visitar las murallas de Girona es una de las mejores formas de conocer la ciudad que nació como plaza militar y ejerció esta fución durante dos mil años.

Durante todo este tiempo todos sus ocupantes -romanos, carolingios, dinastías catalanas e hispánicas- la fueron reforzando hasta convertirla en una ciudad casi inexpugnable.

Cuando las nuevas armas convirtieron en obsoletas las murallas, las autoridades municipales pidieron permiso para derribarlas pero afortunadamente sólo lo hicieron en los tramos que más molestaban al crecimiento de la ciudad.

Hoy podemos visitar varios kilómetros muy conservados de estas espléndidas murallas por una cómodo camino y disfrutar de las vistas sobre la ciudad desde ellas: la ciudadela de la Força Vella, la judería, el río Oñar, el barrio del Mercadal y la ciudad moderna. Más allá se extiende la llanura de la Selva y el cinturón de montañas que rodea Girona en un espectáculo paisajístico difícil de superar.